domingo, 11 de agosto de 2013

Debate 20 de agosto

A continuación está la síntesis del libro que se debatirá el día 20 de agosto y que ha sido realizada por Soledad Contreras



LA INDUSTRIA EN LOS CUATRO PERONISMOS
ESTRATEGIAS, POLÍTCAS Y RESULTADOS.



AUTORES:

MARCELO ROUGIER: Historiador, investigador del Conicet, profesor titular de Historia Económica Argentina y Director del Área de Estudios sobre la Industria Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA).

MARTÍN SCHORR: Sociólogo (UBA) e investigador del Conicet y del área de Economía y Tecnología de Flacso. Se desempreña como docente en cursos de grado y posgrado en el IADES, Flacso, UBA y diversas universidades del país.




INTRODUCCIÓN
Cuando se desea analizar al peronismo, se lo identifica con un proyecto económico en el que la industria tiene un lugar central, como motor de desarrollo. Así como también propulsor de políticas que tenían como objetivo, el bienestar social. Todo esto junto a la idea de sinónimo de intervención estatal e industria nacional; conceptos que se han penetrado en el imaginario social. Logrando de esta manera, darle vida a propuestas electorales convalidadas en las urnas durante la segunda mitad del siglo XX, y también en el cambio de siglo.
Por ello es necesario realizar un recorrido histórico donde los autores proponen: “los cuatro peronismos”, siguiendo y actualizando lo propuesto por Sidicaro, en el 2002. Se debe  aclarar que esa división, no corresponde a “primero”, “segundo”, “tercero” y “cuarto”, ya que cuando se habla del “tercer peronismo” se hace referencia a la etapa menemista. En dichas divisiones, se refleja la finalidad de comparar las distintas políticas industriales de los peronismos, para poder enriquecer de esta manera el estudio de las políticas económicas e industriales del fenómeno político peronista, que genera un amplio campo de discusión en lo político, social, económico y cultural, que se actualiza permanentemente.
Ese recorrido histórico mencionado con anterioridad, mantiene un orden cronológico. En primer lugar, se analiza la experiencia clásica y su importancia como constitutiva de los principales lineamientos de la política económica e industrial que identificó al peronismo. En segundo lugar, entre 1973 y 1976, donde se comienza luego, el abandono de la industrialización por sustitución de importaciones. En tercer lugar, es la década menemista entre 1989 y 1999, que corrompe con las definiciones históricas del peronismo, implementando un esquema neoliberal. En cuarto lugar, se estudian las gestiones de los gobiernos peronistas en el siglo XXI, específicamente los de Kirchner y Fernández de Kirchner, quienes propusieron políticas económicas diferentes a las del esquema neoliberal, pero si recurriendo a la “esencia peronista” tradicional, con respecto a la intervención estatal y los avances en el sector manufacturero; proceso aún en curso.
EL PERONISMO CLÁSICO
En 1945, poco antes que Perón asumiera por primera vez como Presidente de la Nación, la producción y el empleo industrial habían avanzado y duplicaban a los registrados a comienzos de la década de 1930, cuando la crisis económica internacional había provocado la incertidumbre del funcionamiento del modelo de acumulación basado en la exportación de productos primarios.
            Cuando llegó al poder, se distinguen dos momentos en la política económica del peronismo hasta 1955: una política que reflejaba la redistribución del ingreso, la ampliación de los instrumentos crediticios y del gasto público, profunda política de nacionalizaciones y el impulso a las actividades industriales, las más ligadas al consumo de los sectores populares. Y un segundo momento, a partir de 1949, en el que se buscó resolver los problemas de escasez de divisas combinando el congelamiento de la política de redistribución de ingresos, con un apoyo a las actividades agropecuarias y los primeros intentos  de avanzar en la sustitución de importaciones de maquinarias e insumos intermedios.
Si bien la política económica del peronismo estuvo sujeta a la política de los ingresos, también estuvo definida por las medidas acuñadas en materia financiera. En efecto, el sistema financiero que utilizó el gobierno permitió alentar a los distintos sectores productivos en diferentes circunstancias y subordinar desde allí el conjunto de variables económicas. En 1946 se nacionaliza el Banco Central y los depósitos. Se conformó un Sistema del Banco Central en el que quedaron integrados todos los bancos y organismos financieros y comerciales. La creación del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) fue otra de las novedades de la reforma financiera. Este instituto tenía el derecho exclusivo de manejar la totalidad de las exportaciones e importaciones del país.
También, se inicia el Primer Plan Quinquenal (PPQ) que estableció el fomento de las manufacturas existentes con el propósito de "evitar la desocupación de la posguerra", especialmente la producción textil algodonera y la metalúrgica. Se estimuló a actividades de producción nacional en ramas químicas y siderúrgicas y se desalentó a la exportación de manufacturas para evitar el desabastecimiento del mercado interno. Estas medidas beneficiaron a todo el sector manufacturero (grandes, medianas y pequeñas empresas, locales y extranjeras) y fueron complementadas con otras iniciativas estatales incluidas en el PPQ, por ejemplo la iniciativa frente a la Dirección General de Fabricaciones Militares, que no prosperó. La creación de la siderúrgica SOMISA, cuyo proyecto de brindar bases sólidas para la industria laminadora que se había desarrollado durante la guerra, fue demorada debido a las restricciones estadounidenses. Situación similar ocurrió con la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE), creada en 1947 bajo la dependencia de la Secretaría de la Industria.
La aparición de saldos negativos en la balanza comercial a partir de 1949 jaqueó el esquema de transferencias de ingresos del sector rural al urbano-industrial que el gobierno había impulsado exitosamente en sus primeros años. Ello fue consecuencia de la caída de los precios internacionales de los productos de exportación de la Argentina y también del crecimiento de las importaciones, en especial de insumos intermedios y equipamientos que se requerían para abastecer la demanda del sector industrial, se trataba de la primera crisis y situación que más tarde se sucedería de manera cíclica en la economía argentina y a la cual se ha denominado "el modelo stop and go".
Después de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones del crecimiento de la economía argentina quedaron determinadas por la dinámica del ciclo económico mencionado, en el marco de un modelo centrado en la industrialización pos sustitución de importaciones. Concluido el PPQ, en 1951 el gobierno decidió lanzar un Segundo Plan Quinquenal (SPQ) que tenía propósitos muy diferentes al primero dada  a la crisis del sector externo y el estancamiento de la producción agropecuaria e industrial en los años previos además de precisar más ajustadamente las metas de producción e inversión. El objetivo principal de este segundo plan, no consistía en evitar la crisis de la industria, sino en resolver la crisis estructural del sector externo de manera compatible con el sostenimiento de redistribución de ingresos.
A pesar de lo mencionado, los industriales destacaban la dificultades para incrementar la productividad sobre la base de introducir mejores equipos dada la insuficiencia de divisas; superar ese dilema era posible pero se trataba de un proceso lento, por lo que los sectores patronales, apoyaban la política de las inversiones extranjeras del gobierno. Un congreso en 1955 con el propósito de mejorar la situación mencionada, ocasionó una resistencia sindical, lo que concretó un objetivo ya predicho: Golpe de Estado que derrocó al gobierno en septiembre, que terminó de alinear de manera decidida a la mayoría de los empresarios junto con los críticos de la gestión peronista. Sin embargo es necesario analizar que los avances industriales durante el peronismo, ya mencionados con anterioridad, ocasionaron ingresos al país, empleo, consumo, todos los elementos necesarios para mejorar la economía nacional.
EL TERCER PERONISMO
            En el programa económico del peronismo a comienzos de 1973 en particular se criticaba al capital extranjero y a los “dueños de la tierra”. Posiciones más conflictivas que las utilizadas durante la etapa clásica. La política económica se sustentó en el Acta de Compromiso Nacional para la Reconstrucción, la Liberación Nacional y la Justicia Social (ACN), un “Pacto Social” autorizado en el Parlamento por la Confederación General Económica y la Confederación General del Trabajo. El documento denunciaba la situación de las finanzas públicas, el proceso de desnacionalización económica y financiera, durante el “desarrollismo”, el deterioro del salario y la depresión del mercado interno. El ACN quería lograr a corto plazo la estabilidad de los precios como condición para el crecimiento económico.
El proyecto a largo plazo proponía desarrollar la sustitución de importaciones en la producción de insumos estratégicos, tales como acero, productos químicos, aluminio o papel, logrando una unión en el sector industrial y, por lo tanto, un menor consumo de divisas. Disminuyendo la centralidad estructural y el histórico poder de veto de los grandes terratenientes. La inversión pública ocupaba un lugar destacado en la propuesta económica, ocupando el Estado un rol que ya había tomado con anterioridad y que pretendía implementarse nuevamente.
La promoción industrial en el Plan Trienal fue sancionada mediante la Ley 20.560 y reglamentada mediante tres decretos sectoriales referidos a la petroquímica, la siderurgia y la actividad forestal, logrando un estímulo de las exportaciones industriales. Desde el punto de vista regional, la ley tenía como meta lograr la descentralización geográfica de las actividades industriales a través de la promoción y el establecimiento de empresas de capital nacional en áreas de desarrollo y zonas de frontera. Inicialmente el control de la inflación y la buena coyuntura internacional (los precios del trigo alcanzaron un máximo histórico en los últimos meses de 1973) permitieron un buen incremento en el PBI, una mejora en la participación de los trabajadores en el ingreso, el sostenimiento de un superávit comercial y un aumento significativo del gasto público. Sin embargo, el programa se vio amenazado por diversos factores. En primer lugar, los precios del petróleo en el nivel internacional se cuadruplicaron y las compras externas de ese producto pasaron a representar el 15% del total. Se incrementaron los precios de las materias primas que garantizaban la expansión de la actividad industrial. Finalmente el cierre del Mercado Común Europeo impactó muy negativamente en las colocaciones argentinas en el exterior. Por ende el programa económico del peronismo quedó sujeto a la dinámica del corto plazo y comenzó a deteriorarse con tres hechos: el fallecimiento de Perón en julio de 1974, la salida de Gelbard del gabinete a finales de ese año y el drástico programa de ajuste del ministro Rodrigo en 1975.
En suma, por los motivos ya mencionados y otros ocurridos,  los objetivos básicos en la estrategia del tercer peronismo para el desarrollo industrial (el aumento del ahorro público,  de la capitalización del Estado y sus empresas y el incremento de la rentabilidad de las empresas medianas y pequeñas de capital nacional) y para el desarrollo agropecuario, se vieron frustrados. Esto sirvió para que sectores no favorecidos con las políticas implementadas durante el peronismo, sean la base social de apoyo al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Donde  la política económica de Martínez de Hoz no fue continuar con la del peronismo; sino desbastar todo lo ya construido; centrándose en lo político-social.
EL MENEMISMO
            Cuando asumió Menem al poder en 1989, las políticas económicas no difirieron de las que se tomaron durante la dictadura militar, es más se cumplieron muchas de las "asignaturas pendientes". Se pusieron en marcha los organismos multilaterales de crédito, los think tanks del neoliberalismo (del ámbito nacional y del exterior) y los principales grupos económicos locales, en forma casi simultánea. Ese shock institucional se inició con la sanción de las Leyes de reforma del Estado y de Emergencia Económica.
En marzo de 1991 se sancionó la Ley de Convertibilidad (ilusión del 1 a 1-“boom del consumo”) y en el marco del inicio de un ciclo de endeudamiento externo (público y privado) muy acelerado, tales políticas de shock pasarían a asumir un mayor grado de organicidad y funcionalidad respecto de la consolidación de aquellos intereses económicos que conformaban el sustento estructural del proyecto refundacional iniciado con la última dictadura militar.
En referencia al proceso de liberación comercial, vale reparar en que el mismo fue en muchos aspectos asimilable al aplicado durante la última dictadura militar. Se ejerció mediante las medidas aperturistas:
·         Se instrumentaron con escaso gradualismo e inestabilidad a punto tal que de 1989 y 1991, sucedieron trece reformas arancelarias.
·         Se exhibieron marcadas asimetrías. Hubo sectores protegidos como el automotor y otros con tratamiento preferencial ante la ostensible permeabilidad oficial frente a la capacidad de lobbying de las empresas líderes: calzado deportivo, papel para diario, etc.
·         Se enmarcaron en escenarios de sobreevaluación de la moneda doméstica que potenciaron los efectos de la brusca reducción de los aranceles y fueron posibles a merced del crecimiento de la deuda externa.
·         Fueron utilizadas como una herramienta clave de la política de estabilización de precios.
Además se produce la existencia de un sistema aduanero “permeable” y se aplicaban mecanismos anti-dumping, acentuando las asimetrías derivadas de la apertura comercial. Todo esto contribuyó a expandir la concentración económica y la centralización del capital. El carácter concentrador y centralizador del programa de reformas estructurales instrumentando en el menemismo también queda de manifiesto cuando se analiza otro de los pilares “ordenadores” del set de políticas públicas que se aplicó: la no menos asimétrica y regresiva desregulación de los mercados.
En esta visión, la regulación pública generaría imperfecciones mucho más perjudiciales que las que podrían provenir de la propia dinámica del libre desempeño de los mercados. Esto se puede ejemplificar, a través del impacto de la “desregulación” sobre diversos mercados vinculados con la industrialización de bienes primarios, y otro ejemplo es el de la llamada desregulación del mercado de petróleo y los combustibles líquidos. Las políticas que constituyeron el núcleo organizador del vasto programa de ajuste estructural que se aplicó en la Argentina al cabo de esta experiencia de gobierno del peronismo trazaron en el ámbito industrial un claro “mapa” de ganadores y perdedores.
En consecuencia puede afirmarse que la desindustrialización que sufrió la Argentina durante esta experiencia en el poder del peronismo no debería ser vista como un proceso de naturaleza antiindustrial, dado que una parte significativa de la expansión de las nuevas fracciones dominantes proviene de haber mantenido o incluso aumentado su ya significativa presencia en la actividad fabril.
EL KIRCHNERISMO
Luego de la crisis del 2001, los primeros días de enero de 2002 se formalizó la salida de la convertibilidad. Desde ese momento, a partir de los gobiernos de Kirchner y su sucesora Fernández de Kirchner, se ha ido delineando en el país un nuevo patrón de crecimiento motorizado por los sectores productivos, dando fin a la hegemonía plena a lo financiero. El discurso dominante, que abreva en un difuso “neodesarrollismo”, ha venido postulando que la nueva vigencia de un dólar alto o competitivo constituye una condición necesaria y suficiente para propiciar un cambio radical en el régimen económico local conducido por un sector industrial en expansión debido a un salto exportador de consideración, un proceso virtuoso de sustitución de importaciones y, en ese marco, una revitalización del capital nacional, sentando las bases de un “modelo de acumulación con inclusión social”. La salida devaluatoria de la convertibilidad y la señalada política de ingresos viabilizaron importantes transferencias intersectoriales de recursos, que favorecieron a las actividades vinculadas con la producción de bienes en disminución de las terciarias.
Es necesario destacar la inserción de la actividad industrial local en el comercio internacional. Por otro lado, por las dificultades que experimentó la sustitución de importaciones dada la escasez de políticas industriales específicas, no se lograron disminuir los procesos de desintegración del tejido manufacturero  y de dependencia tecnológica. Puede afirmarse que en la posconvertibilidad se ha asistido a un afianzamiento de la “dualidad estructural” del sector manufacturero argentino gestada al calor de las políticas desindustrializadoras instrumentadas entre 1976 y 2001.
En cuanto al capital concentrado de origen nacional, es necesario tener en cuenta que en su interior se manifiesta una presencia destacada de firmas pertenecientes a unos pocos grupos económicos con una sólida presencia exportadora estructurada fundamentalmente alrededor de la explotación y el procesamiento de recursos naturales, y que se desenvuelven en sectores que resultaron favorecidos tras el abandono de la convertibilidad: Aceitera General Deheza, Aluar, Arcor, Ledesma, Molinos Río de la Plata, Siderar y Siderca, entre los principales. Si bien en los últimos años la “problemática pyme” ha cobrado cierta relevancia, es inevitable reparar en el hecho de que las diversas instancias de gobierno con incumbencia en el segmento de las pymes han operado con escaso presupuesto, una baja articulación entre sí y con las medidas instrumentadas en el nive Para finalizar se puede expresar que en distintos momentos de las cuatro experiencias peronistas, ciertos segmentos del poder económico local, con presencia industrial destacada, acompañaron la política económica en curso. Pero cuando las condiciones que hicieron que ello fuera posible se modificaron, y comenzó a manifestarse una caída en la tasa de ganancia. Ante esto, dichos sectores no tardaron en reclamar políticas de ajuste, y/o pensarse a la oposición y convertirse en fuertes críticos del “modelo”.







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